Hay una cosa aún más deliciosa que una pizza recién hecha: ¡una pizza recién hecha con la masa casera… hecha por tí! …es más fácil de lo que parece y el resultado es, sencillamente, espectacular. No lo dudes y ¡métete en harina!
Paso 1:
Lo primero que hay que hacer para preparar la masa de pizza es hacer el fermento. Para ello, mezcla en un bol la levadura desmigada, el azúcar, la leche tibia y el agua con la misma temperatura… es decir, no muy caliente, pero sobre todo, no fría. Mezcla para que se disuelva la levadura un poco, y deja fermentar hasta que aparezcan burbujas en la superficie.
Paso 2:
En otro recipiente amplio, como un bol, mezcla la harina, la sal, el aceite de oliva y el fermento que tenías reservado. Mezcla todo bien, trabaja un poco hasta que queden todos los elementos integrados y ve amasando hasta obtener una masa suave y flexible, tienes que conseguir una bola lisa. En ese momento deja descansar tu masa para que crezca.
Paso 3:
Cuando la masa haya duplicado su volumen, cógela y desgasifícala… es decir, aplástala varias veces para que libere los gases que la masa ha acumulado en su interior durante la fermentación.
Paso 4:
Pasado un rato de reposo, estira hasta alcanzar el diámetro y espesor deseados. La mejor manera de hacerlo es con las manos, aunque también puedes ayudarte de un rodillo.
Paso 5:
Mete en el horno precalentado a 180° hasta que estén cocidas… lo que llevará unos 8 o 10 minutos. No se deben dorar demasiado dado que se van a volver a meter en el horno una vez que se ponga la cubierta deseada.
Paso 6:
Saca la masa de pizza del horno y cúbrela primero con el tomate frito y luego con el queso mozarella y vuelve a introducir en el horno. Hornea otros 8 o 10 minutos.
Paso 7:
Saca de nuevo del horno y cubre tu pizza con la rúcola, condimentada con aceite de oliva vírgen extra y el queso curado rallado.
Presentación:
Sirve tu pizza inmediatamente, pártela en porciones… y no te descuides ni un minuto, porque está tan rica, que… ¡vuela!